Una tarde



Queriendo creer que el AMOR era para siempre, Sherezade le prometió ser su mujer.

Ella sabía que su promesa era para conformar y dar felicidad al extranjero que se había enamorado de ella de una forma irracional.

Había seguido a Sherezade por los poblados mientras ella mercadeaba y negociaba con hombres rudos que le miraban el escote antes que la cara.

A ella no le importaba.

Era consciente de su atractivo y aprendió pronto a utilizarlo a su favor.

Normalmente un trato se inclina a favor del que mejor se conoce a sí mismo y Sherezade ya llevaba unas vidas de ventaja.

Quería a Saúl, por eso se comprometió…también porque su alma viajera y nómada necesitaba un descanso.

Mucha vida, pasión y experiencias nada mundanas demandaban un libro en blanco dónde plasmarse.

Saúl era diferente y escritor.

Mirándole a los ojos, con su voz dulce, inconfundiblemente firme y con el tintineo de los cascabeles que adornaban las monturas de los caballos de música ambiente, Sherezade contestó:

“ Sí, Saúl, me casaré contigo”