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Llevaba más de dos horas dormida, sumida en un sueño de placidez, con
forma etérea y olor a ropa recién lavada. Al despertarse, medio dormida aún, se tocó el pelo y notó lo que le
había crecido. Era como una lengua de fuego color magenta y negro que le daba
una fuerza inusual. Un atributo que poseía y le poseía, como el que nace hijo
de alguien adinerado, ella nació hija de la fuerza y la sensualidad. Sherezade quería danzar al son de los vientos abrazada por alguien
que le guiara y enseñara los pasos del baile del AMOR verdadero, de la entrega
a una causa que traspasara días, meses y años…. Sabía quién era. Era cuestión de que el Universo les acercara, de
que sonara la música adecuada, en el momento oportuno y orquestado. Oiría un
ritmo de tambores, haría calor, él le cogería la mano y ambos beberían algo
dulce. Y se perderían en ese instante que los dos llevaban esperando,
probablemente todas sus vidas. Porque Sherezade había tenido grandes pasiones, en todos los
poblados que visitaba. Pasiones de todos los colores pero su corazón nunca
quiso teñirse de ninguno de ellos. Su corazón latía como el de un caballo Pura Sangre con ritmo
nervioso y gran sensibilidad. Todos sabemos que a un Pura Sangre no se le puede
emparejar con cualquiera… |